No se puede negar lo divertido,
practico y conveniente que sería habitar un mundo regido por las leyes
fantásticas que solo unos cerebros muy poco acostumbrados al ejercicio de
pensar pueden concebir, en esta oportunidad y escogiendo aleatoriamente en el
basto océano de las ideas ridículas, tenemos
como protagonista aquella, según la cual pensar o pronunciar palabras tiene
algún efecto mágico en el mundo real, auspiciada por hordas de infantes
arrugados que buscan infructuosamente negar que lo que les contaban sus padres
para hacerlos dormir eran cuentos de
hadas.
Según esta absurda teoría, cuando alguien desea algo intensamente y lo afirma con palabras, las probabilidades
de éxito, se incrementan exponencialmente, en palabras más romanticonas y de la
mano de Paulo Cohelo, sería algo así: “Cuando deseas alcanzar u obtener algo en
la vida, el universo conspira para que lo logres” (jajajjajajajajja en fin…),
por supuesto los estafadores están bien dispuestos a difundir estas ideas y a
vender métodos “infalibles” de éxito, tales como el librito de pacotilla que
tiene por título EL SECRETO, que afirma que la ley de atracción (no la descrita por Newton) se encargara de
realizar cualquier cometido siempre y cuando sus lectores sigan al pie de la
letra una serie de consejos de los que se puede deducir que el secreto no es
otro que ¿Cómo engañar idiotas sin que estos se den por enterado?.
¿Cuál es el problema de este tipo
de creencia? Bueno además de que la gente que la práctica se vea estúpida, está
el inconveniente del engaño, que no debe ser aceptado bajo ninguna
circunstancia. Cuando los mamarrachos que propugnan estas sandeces, les dicen a
personas desesperadas que lo único que
necesitan para cambiar sus vidas o salir de determinadas situaciones difíciles es
tener una actitud positiva y desear las cosas con convicción, están faltándole a
la verdad y en definitiva lo único que van a lograr es retrasar un proceso
mucho más efectivo que se funde en
hechos y no en el estrés totalmente innecesario de estar repitiendo ridículos mantras mentales que por sus esencias mágicas no
tienen ninguna incidencia en el mundo real.
Socialmente es irresponsable e
inaceptable que se le diga a las
personas que si no tienen lo que quieren es porque no han sabido pedirlo o quien
sabe que otro tipo de insensatez, pues los condenan a enfocar sus energías en prácticas
irrelevantes que tienen un costo general
inconmensurable en términos de lo que se pierde por no construir desde el plano
real, esto sin mencionar la nefasta relación entre un consumismo enfermizo que
engaña a las personas plantandoles la idea de que el éxito o la felicidad son sinónimos de acumulación de bienes suntuosos y las maguferias (termino no oficial para referirse a las
pseudociencias) en cuestión, que buscan garantizarle con mucho descaro a
sus adeptos que obtendrán la costosa
basura que desean y no cosas realmente valiosas como por ejemplo ser libres.
De ninguna manera se pretende
desvirtuar el poder real de la mente (generar ideas) y de las palabras
(transmitirlas), solo no se debe olvidar que si los ejercicios mencionados, no están
acompañados de la acción, las probabilidades de que suceda lo pensado o hablado
son nulas, en términos sencillos; una persona puede desear con mucha intensidad
y decir constantemente que este año por fin va a tener el cuerpo que desea
(solo por poner un ejemplo) si no empieza a hacer ejercicio y a variar su dieta
no lo va a lograr, ahora pensándolo al revés, la misma persona dice y piensa que va a ser imposible cambiar su figura, pero varia por completo sus hábitos
alimenticios y comienza una intensa rutina de ejercicios… en definitiva no hay
ninguna correlación entre lo que se piensa o se dice y lo que realmente se
obtiene, si no hay coherencia con las acciones, es muy difícil distinguir una buena intención de
una mala, si simplemente se queda en intención, pues hasta ahora nadie ha muerto porque otra persona lo desee, de ser así los presidentes estarían felices de poder ahorrar todo el dinero que gastan en municiones.