Un criado oyó en la plaza del mercado que la muerte lo estaba buscando. Volvió a casa corriendo y dijo a su amo que debía huir a la vecina población de samarra para que la muerte no lo encontrara.
Esa noche, después de la cena, llamaron a la puerta. El amo abrió y vio a la muerte con su larga túnica y su capucha negras. La muerte pregunto por el criado.
Esta enfermo y en cama se apresuro a mentir el amo, esta tan enfermo que nadie debe molestarlo.
¡Que raro! Comento la muerte, seguramente se ha equivocado de sitio, pues hoy a media noche, tenia una cita con el en samarra.
El fragmento anterior es la parte introductoria al segundo capitulo de la novela el ocho escrita por Katherin Neville. No se sabe con certeza quien lo escribió, algunos se lo atribuyen a un escritor turco. Sea como sea el mismo hace referencia a la incapacidad que tenemos como seres humanos de escapar a la muerte, Que desde un punto de vista científico es la perdida de la capacidad que tiene un cuerpo para regenerar sus células en un proceso conocido como homeostasis, todo esto siempre y cuando el deceso haya sido por causas naturales.
No importa la raza, la cultura, la religión o el nivel socioeconómico, absolutamente todos los seres humanos que hemos alcanzado algún tipo de madurez cerebral nos hemos hecho algún tipo de planteamiento al respecto. Los antiguos griegos creían que cuando morían iban a un lugar similar al infierno al cual se accedía cruzando el rio Aqueronte (para otros la laguna Estigia) el cual debía ser atravesado con la ayuda de un barquero (Caronte) a quien se le pagaba con una moneda que los parientes del difunto depositaban bajo su lengua. Ya estando en el Hades como algunos denominan a este inframundo en honor a su regente, el muerto debía pasar a una corte donde era juzgado por tres jueces (Minos, Radamantis, Eaco) los cuales dictaminaban la zona infernal correspondiente a cada espíritu, los que habían sido malvados eran condenados al tártaro, los que no habían sido ni buenos ni malos iban a los campos Asfódelos y quienes habían sido buenos iban a los campos Elíseos donde tenían la posibilidad de volver algún día a la tierra.
Según la mitología egipcia la primera momia fue la del dios Osiris quien después de haber sido asesinado y despedazado por su hermano Seth fue momificado por su hermana y esposa Isis para volverlo a la vida. Los egipcios le daban tanta o mas importancia a la muerte que a la vida, pues para ellos este estado era el que mas duraba y es por esta razón que enterraban a sus muertos momificados, ya que necesitaban su cuerpo intacto para el momento en el que volvieran, sus tumbas eran dotadas de casi todas sus pertenecías además de un libro de hechizos conocido como el libro de los muertos, que les ayudaría a sortear todas las vicisitudes a las que se enfrentarían en el inframundo. Finalmente llegarían ante la corte de Osiris y demás divinidades que juzgaban las acciones del difunto pesando en un lado de una balanza su corazón que representaba la conciencia y al otro lado una pluma que representaba la justicia, si el resultado era satisfactorio se concedía la vida eterna, de lo contrario el alma era devorada por la diosa Ammit.
Las creencias mencionadas anteriormente son solo una pequeña porción del pastel y a pesar de que son varios los siglos que nos separan de las civilizaciones que las concibieron, no se puede hablar de una variación sustancial en cuanto a la idea que se tiene hoy de la muerte. Los cristianos creen que con la muerte se da la separación del cuerpo mortal y el alma inmortal, la cual se va a un lugar de reposo inalcanzable desde un plano físico donde esperara la segunda venida de Jesucristo. Si el difunto reconoció al hijo de su dios como su salvador gozara de la vida eterna, de lo contrario tendrá que ser juzgado en el denominado juicio final. Hay variaciones en esta creencia dependiendo de si se es testigo de Jehová, Evangélico, Pentecostal etc. pero la idea es básicamente la misma, pórtate según los parámetros establecidos que definen lo que es bueno y tendrás cabida en los campos Elíseos (perdón, en el paraíso).
Es comprensible que las personas tengan una tendencia a creer que cuando mueren, no mueren y que en vez de esto solo cambian de estado, que son inmortales y que están en un constante aprendizaje, Pues esta idea es mucho más atractiva que la idea de la desaparición total de una persona después de su muerte, de la falta de segundas oportunidades y de la imposibilidad de reencontrarse con sus seres queridos. esta segunda forma de pensar es en la que creo con firmeza, pero como no puedo asegurarle a nadie que así va a ser, igual que nadie puede asegurar que no, me voy a limitar a decir que lo único que tenemos seguro es la vida actual, lo demás no son mas que supuestos basados en anhelos mas no en certezas, que toda esta creencia en la vida eterna ha generado estafas tanto por parte de supuestos médiums que prometen comunicar a personas con sus familiares ya fallecidos, como por medio de la denominada simonía practicada por la iglesia y tan repudiada por Martin Lutero, no bastando con esto también hace a las personas pusilánimes pues muchos prefieren una supuesta recompensa en el mas allá que preocuparse por que tan lejos pueden llegar en la vida real y a todo esto se deben sumar todas aquellas personas que han entregado sus vidas en guerras sin sentido creyendo que de esta forma tendrán un lugar asegurado en la eternidad acompañando a alguna divinidad.
Por mi parte ya no me preocupo mas por el día o la forma como voy a morir pues finalmente he comprendido que como ser humano es lo único que tengo seguro y a pesar de que soy consciente de que mi cuenta regresiva se inicio en el mismo momento de mi fecundación, continuo siendo el mismo imbécil que deja para mañana las cosas que podría hacer hoy. Con respecto a la muerte, no importa que ganemos todas las batallas pues estamos condenados a perder la guerra.
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